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Jueves en Niamey
Rafael Marco, SMA

Todos los jueves se reúnen en Niamey los sacerdotes de la ciudad para rezar “Tercia” y comer juntos. Los comentarios rondaban los acontecimientos que se habían vivido pocos días antes con los incendios y saqueos. Yo participaba en esa comida y recogí algunos de ellos.



 

Mons. Michel, el obispo de Niamey, me hablaba de que ahora van a tener que aprender a vivir con el miedo y la desconfianza. Una amiga nigerina me había hecho el mismo comentario:

-La gente tiene miedo. Miedo del vecino, miedo del amigo, miedo de cualquier miembro de la familia musulmán con el que se entendía perfectamente hasta el día de hoy.

-Hasta el día de hoy no ha habido un solo musulmán, comentaba el obispo, que haya venido a pedirme perdón o me haya presentado un donativo o una ofrenda como se suele hacer en casos de dificultad o ruina. ¿Te das cuenta de que las monjas, muy queridas en el barrio por niños, jóvenes y mayores, populares, han visto su casa devastada, expoliada, robada, quebrada en cuestión de minutos y hasta parece ser que querían asesinarlas?. ¿Te das cuenta? Los vecinos, los amigos y confidentes, no sólo no se opusieron al expolio sino que participaron en él?

¿Quién se lo hubiese imaginado? Nunca podíamos pensar en una cosa así. La noche pasada soñé que quemaban el obispado ¿Te imaginas?, aquí está la documentación de un montón de cosas y de personas...

-Olvídalo. Ya tienes bastantes problemas con lo que hay...

En el patio de atrás del obispado han colocado una especie de monumento con algunos restos de los diversos incendios de varias parroquias: una virgen magnífica de la parroquia de San Agustin, el tabernáculo de Sta. Teresa, cenizas de Harobanda... Isidro me dice que es macabro, que mantiene el odio y que se puede convertir en un fetiche. A mí me parece bien, quizá con la imagen de la Virgen sería suficiente, pero es lo más elocuente para guardar en la memoria un acontecimiento que no se debe olvidar.

Me ha dejado el alma en cenizas y en silencio. No me sale una palabra. Escucho a los compañeros, a los curas de Niamey que han venido a comer como todos los jueves y que hablan de sus experiencias:

-Nosotros, los mayores, no lo podemos entender. Hemos vivido en una sociedad en paz en la que todos tenían cabida y se nos respetaba. Vienen nuevas generaciones que no entendemos: conflictos, agresividad... me decía Yves Bernard.

-Nuestra casa se salvó gracias a la intervención del morabito vecino que mandó a sus alumnos poner sus pizarrines en la entrada y cuando llegó la chusma pensaban que aquello era una escuela coránica.

-En nuestro sector vamos a proclamar tres días de ayuno y abstinencia en reparación a los acontecimientos pasados: lunes, martes y miércoles próximos.

-El hijo del imán de Tilabery me preguntó el otro día si podíamos crear una escuela allí.

-¿Para qué?, ¿para que la queméis?

Todo esto me deja hecho un trapo y parece que se pone a la cola de Banikoara, Tera, Granada y que quiere ondear como una bandera sobre el paisaje. Me decía al principio del viaje que el panorama no podía ser más duro y violento: Darío me hablaba en Abiyán de lo que había vivido allí durante la guerra civil de hace tres años, luego pasé por Burkina donde nos hicieron esperar en el avión con todo cerrado más de una hora a causa del presidente que se iba de viaje y luego llego a Niamey para contemplar la ruina de las iglesias.

-Al que Dios ama lo prueba con intensidad, decía Santa Teresa.

-Por eso tiene tan pocos amigos, respondía ella misma.

Rafael Marco, sma.